Aquel hombre era invisible,
pero nadie se percató de ello.
(minicuento. Gabriel Jiménez Emán)
Vivir es desear.
La frase la dijo alguien en la presentación de un proyecto de ayuda a mujeres inmigrantes, y me pareció un resumen perfecto, a la vez adaptable a todos. A los que deseamos consumir, a los que deseamos amar, a los que deseamos un mañana para todos, a los que deseamos simplemente vivir, o sobrevivir.
La filosofía es una entidad difícil estos días. Entendida como el pensar un poco en uno mismo, en lo que realmente se quiere, los anhelos. No pretendo ir a Hegel, en mi caso es inmensamente más simple. La filo queda sepultada por multitud de cuestiones a veces inútiles, el consumo una de ellas, los deseos que cubren a los verdaderos deseos. Distinguirlos se va haciendo cada vez más difícil en las sociedades ricas, pero también en las pobres.
Porque vivir es desear, y eso incluye siempre más. También lo bueno: superarse, aprender, crecer, añadir años a la vida. Los chinos siempre tienen frases maravillosas para esto, aunque nadie las entienda. Cosas como, y simplifico una vez más: "cuando aprendas a conocerte a ti mismo, y a amarte, sabrás cuál es tu camino. Pero resulta que justamente yo lo que quiero es encontrar mi camino, y no tengo tiempo para pasarme una vida hasta aprender por fin a quererme y aceptarme como soy. Claro, los chinos dirían: de eso se trata. Nada es fácil. Y nos arruinan las perspectivas occidentales de rapidez y eficacia. Dichosos chinos, se merecen trabajar 12 horas diarias 29 días a la semana, por exceso de filosofía.
Pero a veces, sólo a veces, no hace falta la filosofía. Como cuando tenemos delante un paisaje como el de Cádiz, que pegué al inicio de este blogeo y que parece casi de postal cursi. Qué difícil la línea entre la belleza sublime y el mal gusto. Pero no importa porque la angustia casi desaparece cuando se mira el sol y la playa. Y de paso a los hippies que aún existen (los de verdad, no los de la Toldería de la Griega -para los no porteños: casa de ropa hippie carísima para señoras "bian"), y envidiar su no necesidad de preguntarse por su filosofía de vida, ya que la han abrazado por completo (¡y conste que no quiero eso, sólo envidio su seguridad!)
O pasear de noche por Sevilla, con fresquito, olor a jazmines, disfrutando de una zona peatonal que han hecho alrededor de la catedral, por donde ahora sólo pasa el tranvía. Sevilla está preciosa, mucho más bella que hace unos años, no a todos la edad les sienta mal. Ni a nosotros, que seguimos siendo niños en busca de lo que vamos a ser de grandes.